lunes, 26 de marzo de 2012

obras y poemas de salvador diaz miron.

  • El Parnaso Mexicano (1886)

  • Poesías (Nueva York, 1895)

  • Poesías (París, 1900)

  • Lascas (Xalapa, 1901 con varias reediciones)

  • Poemas (1918)

  • Poesías Completas (UNAM, con notas de Antonio Castro Leal, 1941)

  • Antología poética (UNAM 1953)

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      "poemas de salvador diaz miron" 

     A GLORIA

    No intentes convencerme de torpeza
    con los delirios de tu mente loca:
    mi razón es al par luz y firmeza,
    firmeza y luz como el cristal de roca.

    Semejante al nocturno peregrino,
    mi esperanza inmortal no mira el suelo;
    no viendo más que sombra en el camino,
    sólo contempla el esplendor del cielo.

    Vanas son las imágenes que entraña
    tu espíritu infantil, santuario oscuro.
    Tu numen, como el oro en la montaña,
    es virginal y, por lo mismo, impuro.

    A través de este vórtice que crispa,
    y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
    oruga enamorada de una chispa
    o águila seducida por un astro.

    Inútil es que con tenaz murmullo
    exageres el lance en que me enredo:
    yo soy altivo, y el que alienta orgullo
    lleva un broquel impenetrable al miedo.

    Fiando en el instinto que me empuja,
    desprecio los peligros que señalas.
    "El ave canta aunque la rama cruja:
    como que sabe lo que son sus alas."

    Erguido bajo el golpe en la porfía,
    me siento superior a la victoria.
    Tengo fe en mí; la adversidad podría,
    quitarme el triunfo, pero no la gloria.

    ¡Deja que me persigan los abyectos!
    ¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
    La flor en que se posan los insectos
    es rica de matiz y de perfume.

    El mal es el teatro en cuyo foro
    la virtud, esa trágica, descuella;
    es la sibila de palabra de oro,
    la sombra que hace resaltar la estrella.

    ¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
    será el fuego voraz que me consuma!
    La perla brota del molusco herido
    y Venus nace de la amarga espuma.

    Los claros timbres de que estoy ufano
    han de salir de la calumnia ilesos.
    Hay plumajes que cruzan el pantano
    y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

    ¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
    crece en la orilla que el oleaje azota.
    El mérito es el náufrago del alma:
    ¡vivo, se hunde; pero muerto, flota!

    ¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
    ¡Consuela el corazón del que te ama!
    ¡Dios dijo al agua del torrente: bulle!;
    ¡y al río de la margen: embalsama!

    Confórmate, mujer! Hemos venido
    a este valle de lágrimas que abate,
    tú, como la paloma, para el nido,
    y yo, como el león, para el combate.


    OJOS VERDES

    Ojos que nunca me veis,
    por recelo o por decoro,
    ojos de esmeralda y oro,
    fuerza es que me contempléis;
    quiero que me consoléis
    hermosos ojos que adoro;
    ¡estoy triste y os imploro
    puesta en tierra la rodilla!
    ¡Piedad para el que se humilla,
    ojos de esmeralda y oro!

    Ojos en que reverbera
    la estrella crepuscular,
    ojos verdes como el mar,
    como el mar por la ribera,
    ojos de lumbre hechicera
    que ignoráis lo que es llorar,
    ¡glorificad mi penar!
    ¡No me desoléis así!
    ¡Tened compasión de mí!
    ¡Ojos verdes como el mar!

    Ojos cuyo amor anhelo
    porque alegra cuanto alcanza,
    ojos color de esperanza,
    con lejanías de cielo:
    ojos que a través del velo
    radian bienaventuranza,
    mi alma a vosotros se lanza
    en alas de la embriaguez,
    miradme una sola vez,
    ojos color de esperanza.

    Cese ya vuestro desvío,
    ojos que me dais congojas;
    ojos con aspecto de hojas
    empapadas de rocío.
    Húmedo esplendor de río
    que por esquivo me enojas.
    Luz que la del sol sonrojas
    y cuyos toques son besos,
    derrámate en mí por esos
    ojos con aspecto de hojas.


    A UN PESCADOR

    En buen esquife tu afán madruga,
    el firmamento luce arrebol;
    grata la linfa no tiene arruga;
    la blanca vela roba en su fuga
    visos dorados al nuevo sol.

    Pero prorrumpes en canturía
    que inculta y tosca mueve a llorar;
    oigo la ingenua melancolía
    ¡del que inseguro del pan del día
    surca y arrostra pérfido mar!

    Tímida y mustia por los recelos
    tu mujercita dirá: -Señor,
    une las aguas, limpia los cielos;
    cuida y conduce, por los chicuelos,
    ¡la navecilla del pescador!


    RIMAS

    El día con su manto
    de vívidos colores,
    inspira cosas dulces:
    la risa y la ilusión.
    Entonces la mirada
    se inclina hacia las flores...
    Las flores son los versos
    ¡que el prado canta al sol!

    La noche con su sombra,
    que deja ardientes rastros,
    inspira cosas graves:
    la angustia y la oración.
    Entonces la mirada
    se eleva hacia los astros...
    Los astros son los versos
    ¡que el cielo canta a Dios!

    Qué pliegue su ala de oro
    la tarde en el vacío;
    que pasen por mi mente
    las ondas del Cedrón;
    que caiga de la nube
    la gota de rocío;
    ¡que radien las estrellas,
    que trine el ruiseñor!


    ASONANCIAS

    Sabedlo, soberanos y vasallos,
    próceres y mendigos:
    nadie tendrá derecho a lo superfluo
    mientras alguien carezca de lo estricto.

    Lo que llamamos caridad y ahora
    es sólo un móvil íntimo,
    será en un porvenir lejano o próximo
    el resultado del deber escrito.

    Y la Equidad se sentará en el trono
    de que huya el Egoísmo,
    y a la ley del embudo, que hoy impera,
    sucederá la ley del equilibrio.



    MUDANZA

    Ayer, el cielo azul, la mar en calma
    y el sol ignipotente y cremesino,
    y muchas ilusiones en mi alma
    y flores por doquier en mi camino.

    Mi vida toda júbilos y encantos,
    mi pecho rebosando de pureza,
    mi carmen pleno de perfume y cantos
    y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

    Ayer, la inspiración rica y galana
    llenando mi cerebro de fulgores;
    y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
    hablándome de dichas y de amores.

    Ayer, cuanto era luz y poesía:
    las albas puras y las tardes bellas
    henchidas de sutil melancolía,
    y las noches pletóricas de estrellas...

    Y hoy... la sombra y el ansia del desierto,
    perdida la esperanza, y la creencia,
    y el amor en tu espíritu ya muerto,
    y sembrada de espinas la existencia.


    DONES FATIDICOS

    Palma, no te enorgullezcas
    de superar en altura
    a los laureles y almendros
    sobre cuyas copas triunfas.
    La tempestad se avecina,
    y cuando el rayo fulgura,
    las frentes menos enhiestas
    son las que están más seguras.

    No te ensoberbezcas, rosa,
    porque brillas y perfumas,
    y en el jardín y en el prado
    reinas, excedes y ofuscas.
    Esmalte y aroma en flores
    son signos de desventura...
    Manos vendrán que te arranquen
    o insectos que te destruyan.

    Dulce planta de la selva,
    cantor que esponjas la pluma
    y abres el pico y exhalas
    chorros de perlas de música.
    No te envanezca el gorjeo,
    calla: los hombres lo escuchan,
    y trinos aprestan redes
    al ave que los modula.

    Tierra, no envidies al astro
    que te calienta y fecunda,
    y que surgente o occiduo
    prodiga el oro y la púrpura.
    Tamaña magnificencia
    nace de inmensa tortura...
    El resplandor de un incendio
    ¡te vivifica y alumbra!

    Cuán caro pagas, espíritu,
    ¡el nimbo que te circunda!
    Tener ingenio y renombre
    es tu verdadera culpa.
    De rencores a tu gloria
    es cómplice la fortuna,
    y pereces lapidado
    con montañas de imposturas.

    DESEOS

    Yo quisiera salvar esa distancia
    ese abismo fatal que nos divide,
    y embriagarme de amor con la fragancia
    mística y pura que tu ser despide.

    Yo quisiera ser uno de los lazos
    con que decoras tus radiantes sienes;
    yo quisiera en el cielo de tus brazos
    beber la gloria que en los labios tienes.

    Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
    que en mis olas vinieras a bañarte,
    para poder, como lo sueño a solas,
    ¡a un mismo tiempo por doquier besarte!

    Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
    allá en la sombra, con ardor cubrirte,
    temblar con los temblores de tu pecho
    ¡y morir de placer al comprimirte!

    Oh, yo quisiera mucho mas! Quisiera
    llevarte en mi como la nube al fuego,
    mas no como la nube en su carrera
    ¡para estallar y separarse luego!

    Yo quisiera en mi mismo confundirte,
    confundirte en mi mismo y entrañarte;
    yo quisiera en perfume convertirte,
    ¡convertirte en perfume y aspirarte!

    Aspirarte en un soplo como esencia,
    y unir a mis latidos tus latidos,
    y unir a mi existencia tu existencia,
    ¡y unir a mis sentidos tus sentidos!


    A MARGARITA

    Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
    ¡bajo el dosel de tu melena blonda!
    Qué abismo tan profundo tu pupila,
    ¡pérfida y azulada como la onda!

    El fulgor soñoliento que destella
    en tus ojos donde hay siempre un reproche
    viene cual la mirada de la estrella
    de un cielo ennegrecido por la noche.

    Tu rojo labio en que la abeja sacia
    su sed de miel, de aroma y embeleso,
    ha sido modelada por la gracia
    más para la oración que para el beso.

    Tu voz que ora es aguda y ora grave,
    llena de gratitud suena en mi oído
    como el saludo arrullador del ave
    al sol naciente que despierta el nido.

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